Por Úrsula Asta*
“Les preguntaría lo que Fidel le preguntó una vez a Camilo: ¿Vamos bien?”, dijo con una sonrisa el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia- Ejército del Pueblo (FARC – EP), Timoleón Jiménez. La Agencia Prensa Rural le preguntó, luego de la firma del acuerdo de paz en La Habana en junio, qué le diría en este contexto a los fundadores de las FARC Manuel Marulanda y Jacobo Arenas.
Como un avance más hacia la paz, se firmó en la Habana el “Acuerdo Integral y Definitivo” con seis puntos “para sentar las bases de una paz estable y duradera”, según establece el comunicado conjunto del Gobierno y de las FARC. Los puntos son: “Reforma Rural Integral”; “Apertura democrática para construir la paz, Cese al Fuego y de Hostilidades Bilateral y Definitivo y la Dejación de las Armas”, “Solución al Problema de las Drogas Ilícitas” y la creación de un “Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición”.
Como próxima instancia, se prevé que el pueblo colombiano elija por el sí o no en un plebiscito el 2 octubre. Esa consulta fue el mecanismo avalado para validar este acuerdo y establece un umbral del 13 por ciento del censo electoral para lograr la aprobación. Por esa razón, el “sí” necesitaría de 4.396.626 votantes para tener validez. En caso de que el no gane el referendum, habría que renegociar los términos pactados sin que eso implique ir para atrás con las negociaciones que se llevan a cabo desde 2012 en La Habana.
Sobre la historia y el presente
“Hace 66 años fue asesinado Gaitán y ahora en Bogotá se celebra la paz (…) hay que apostar a la paz con todos los riesgos que tiene. Pero, como le decía yo a los combatientes, la vida cuando la decidimos de esta manera, siempre está en riesgo”, dijo Timoleón alias Timochenko.
Aunque hubo procesos de paz exitosos, como con los grupos M-19 y EPL, Colombia también tiene una historia de intentos de paz truncos. Guadalupe Salcedo fue asesinado en 1957, cuatro años después de haber firmado la paz con el Gobierno. En 1953, se dio una amnistía al campesinado armado que terminó en una fuerte ofensiva militar con decenas de miles de campesinos asesinados. El genocidio que sufrió la Unión Patriótica a manos del paramilitarismo hasta principios de los 90. Por sólo mencionar algunos hechos.
Sin dudas, el paramilitarismo merece un párrafo aparte. En diálogo con David Gómez, del movimiento político Marcha Patriótica, en Bogotá, explicó cómo las fuerzas paraestatales han operado en la historia colombiana: “Lo que no podía hacer el ejército, lo hacia el paramilitar. Olas de masacres y desapariciones. Se estima que entre el 1986 y 2010 hubo más de 6.500 millones de desplazados internos y 1 millón hacia el exterior. Y más de 260 mil desapariciones forzadas. Aunque, nosotros como humanistas no podemos poner una simple cifra”.
El ex presidente Álvaro Uribe se caracterizó por tener una alianza muy fuerte con el paramilitarismo. Fuerza que sigue accionando. Un claro ejemplo son las comunidades campesinas e indígenas de Puerto López, en El Bagre, Antioquia. Después de la firma del acuerdo de paz en La Habana el pasado 23 de junio, se realizó en esa zona la “Marcha por la paz, la vida y la permanencia en el territorio”. Uno de los organizadores fue asesinado y varios líderes campesinos recibieron amenazas de muerte. En el año, ya hay 17 asesinatos confirmados, aunque creen que pueden ser más.
Bien sabe esto el Estado colombiano y bien conoce este accionar la guerrilla. En ese sentido, ambas partes firmaron en la letra del acuerdo de paz de La Habana: “El Estado adoptará las medidas para garantizar el esclarecimiento del fenómeno paramilitar, evitar su repetición y garantizar el desmantelamiento de las organizaciones criminales”.
Enemigo interno go home
“Yo fui miembro de la Unión Patriótica, a todos mis compañeros los mataron”, fueron las palabras de un barranquillero en plena conversación para entender de qué iba y cómo viven allá el proceso de acuerdo de paz actual.
“Positivo”, “necesario”, son los adjetivos sobre el acuerdo que pueden traducirse de conversaciones y puntos de vista de militantes colombianos hoy. Quienes tienen como principal bandera la llegada a una Colombia sin armas para “hacer la política”. Y, con ese punto de partida, continuar las discusiones sobre la realidad socioeconómica colombiana. En un marco de garantías y derechos, como la protesta social.
En febrero, corría en Barranquilla el tradicional carnaval. Sobre una esquina, un muchacho repartía panfletos de cartón: “Paz con justicia social”. El mensaje abundaba. Casi todas las personas tenían el suyo. El mensaje se apropiaba, era público, pertenecía al conjunto. Sin embargo, la pertenencia orgánica de ese compañero que lo repartía, no podía ser pública. No aún. Aunque, “saben que estamos también en la ciudad”, dijo alguno de ellos. ¿Quiénes “saben”? El Estado, las fuerzas armadas, la policía. Y, por qué no, el paramilitarismo.
“Lo que queremos es que para hacer la política no tengamos que recurrir a las armas. Que una persona opositora, académica, campesina, que trabaja la tierra y a la vez organiza las comunidades, por el simple hecho de reprochar o criticar al gobierno, no termine muerto o preso. O, en defensa de su vida, si sobrevive al ataque militar o a la cárcel, tomar las armas e ir a la insurgencia para salvaguardar su vida y seguir haciendo política. Hay que cambiar la concepción de ver el enemigo interno y aniquilar el paramilitarismo, que es una estrategia estadounidense para poder destruir aquí al movimiento social y popular”, dijo Johan Mendoza Padilla, quien proviene de la militancia universitaria.
La paz y la región
“Empiezan los aires de cambio en América latina. Con Chávez, Lula, Kirchner, Evo, el Frente Amplio en Uruguay. Hay un recambio a partir del cual Colombia se siente presionada, en cuanto a derechos humanos por ejemplo. Eso abre una ventana. Como Marcha Patriótica en el 2010 dijimos `si hay un momento para que la lucha social se reactive, es este o no lo es´”, analizó David Gómez.
Por su parte, Mendoza Padilla, quien además coordina la experiencia de Prensa Popular y Alternativa La Plena en la zona del Caribe, marcó que “el proceso de paz desarrollado en La Habana entre la insurgencia de las FARC-EP y el gobierno de Emanuel Santos es producto de la presión del movimiento popular y social en Colombia, y de nuestros hermanos latinoamericanos”. “Es un proceso importantísimo, sino el más importante en la actualidad política de nuestra Colombia. Y que sin duda generará muchos impactos en el país”, expresó.
“No podemos negar que, pese a los avances que ha habido en los países hermanos de latinoamérica, algo que ha tenido truncado ese proceso social de nuestros pueblos, ha sido el caso de Colombia. Nuestro país es denominado la Israel de latinoamérica, ya que somos el principal aliado tanto político-económico, como militar de los Estados Unidos”, analizó Padilla.
En la Bogotá actual, como ejemplo específico del mecanismo de seguridad interna, es preciso contar aquí algo que parece una simple anécdota. Al doblar la esquina, en pleno centro histórico, no hay dos policías con gorra. Hay dos militares con escopetas en mano, y cascos. Eso es una imagen común. Una tarde de caminata allí implica al menos dos pedidos de documento en la calle y su posterior escaneo. Otra anécdota en Medellín es similar. A un joven en bicicleta lo paran dos uniformados. Le piden el DNI, el cual escanean. Pero no termina, lo bajan de la bici, le revisan la mochila y le palpan su cuerpo. No llama la atención de los transeúntes. Es un procedimiento común. Y hay más. Guajira, norte extremo de Colombia. Hay casi tantos militares como habitantes, al menos a simple vista.
Paz con justicia social, un camino que comienza
“El proceso de paz tiene unas contracciones profundas. Mientras se avanza en proceso de solución lo político militar. En la parte económica, social y propiamente política hay contradicciones profundas, porque se está acentuando el modelo económico neoliberal. Se acentúa una política de corrupción, medidas antipopulares, como una reforma tributaria, mencionó Ramón Araujo, coordinador de Marcha Patriótica en la Costa Atlántica.
Luego agregó: “Nosotros consideramos que el proceso se va a desenlazar en la medida en que las masas asuman un papel protagónico y entienden que allí, en se proceso de paz, están condensados los intereses sociales y políticos por los que venimos hace muchos años luchando en este país”.
Llegar al fin del conflicto armado entre el Gobierno y la guerrilla es una parte. No menor, una gran parte para avanzar en la democratización de la participación política como opción que no implique morir. Eso, claro está, no implica el fin de las disputas o conflictos políticos. Implica un comienzo para discutir el modelo de país. Como bien se auguraba, después de 5 años de negociaciones en La Habana, 2016 es el año de la paz en Colombia. Y la llave de acceso la tiene el pueblo: Sí a la paz.
(*) Periodista de Radio Gráfica, conductora de Feos, Sucios y Malas, sábados 10 hs.
Artículo publicado originalmente en https://archivo.radiografica.org.ar/2016/08/27/con-los-pies-en-colombia/
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